El problema es que hemos construido un sistema que no tolera los incrementos de inflación (por eso el principal mandato del BCE es la estabilidad de precios), ya que su aumento provoca grandes distorsiones en los mercados inmobiliario y financiero y causa grandes problemas en el sector bancario que se acaban contagiando a la economía productiva. De este modo, la financiación de los gobiernos con la impresión de dinero se ha convertido en anatema, ya que uno de los efectos indeseados de la medida (no es el único) es que puede generar inflación. Así pues, al renunciar a esta medida estamos aceptando implícitamente que pueda haber deuda pública con prima de riesgo y que las familias y empresas de las economías de estos estados, suponiendo que lleguen a obtener crédito, soporten unos elevadísimos tipos de interés ( la prima de riesgo de la economía + la propia).
Para acabar con la prima de riesgo necesitamos un modelo económico que nos permita financiar los gobiernos con la impresión de dinero cuando sea conveniente y que nos proteja contra los efectos nocivos de la inflación. Una economía indexada (donde los principales contratos se encuentran indexados a la inflación) nos podría permitir alcanzar estos objetivos, ya que suponiendo que la impresión de dinero causara inflación, todos los agentes verían revalorizados sus activos o rentas de acuerdo con la inflación y por lo tanto los efectos perversos de la inflación sobre la economía y los mercados se minimizarían. El solo hecho de saber que esta medida es fácilmente aplicable y que no es solamente una posibilidad teórica, siempre que se sigan unos criterios claros y transparentes a la hora de aplicarla, aunque no se llegara a utilizar nunca, debería hacer desaparecer las primas de riesgo de todas las deudas públicas emitidas con la moneda propia del emisor y por lo tanto evitaría que las familias y empresas tuvieran que soportar unos tipos de interés tan altos y una restricción del crédito tan fuerte.