Respecto a la primera cuestión, el hecho más controvertido es probablemente el referente a la diferencia entre la inflación publicada y la percibida plasmada en la crítica popular: "con el euro, la inflación ha aumentado un 30% pero el café o la barra de pan se han más que doblado". Esta diferencia se ha visto acentuada en los últimos años debido a los cambios metodológicos a la hora de incorporar en los índices temas como las variaciones temporales. Para elaborar un índice de precios deberíamos comparar dos cestas de compra exactamente iguales pero este hecho resulta imposible en la práctica porque la gente cambiamos de preferencias (no compramos las mismas cosas que comprábamos hace 10 años atrás) y por la mejora tecnológica (los coches de hoy no son como los de hace 10 años atrás). Por lo tanto, necesitamos hacer las modificaciones que nos permitan homogeneizar las comparaciones. Así, por ejemplo, el índice debe reflejar el hecho de que un portátil de hace 10 años o los disquetes FDD ni siquiera los encontramos en el mercado actualmente, aunque encontramos sustitutivos mejores y más baratos. A pesar de las críticas y las dificultades, existe un consenso bastante amplio entre los expertos (estadísticos y economistas) alrededor de los métodos para elaborar los índices, aunque hay divergencias (siempre habrá) y que estos consensos se continuarán modificando en el futuro ya que la elaboración de los índices conlleva una dificultad objetiva.
El tema de la fiabilidad, en el sentido de que no se produzca un fraude en la publicación de los datos, es un tema que depende del organismo que los facilite. Obviamente, si éste no logra que los mercados y la sociedad se muestren dispuestos a aceptarlas, la economía indexada no tendrá viabilidad. Uno de los principales problemas es que los organismos que facilitan los datos son públicos y que los gobiernos, que suelen estar endeudados o han asumido compromisos de revalorizar sueldos o pensiones de acuerdo con la inflación, pueden tener incentivos a distorsionar a la baja este índice . Ahora bien, una de las ventajas (inconveniente si se hace un mal uso) de una economía indexada es que el gobierno puede obtener financiación con la impresión de dinero (sin endeudarse ni aumentar los impuestos) y esto sólo lo puede hacer, sin causar grandes desequilibrios, en una economía indexada. Por lo tanto, el gobierno puede acabar teniendo un mayor incentivo a ofrecer unos datos fiables que lo contrario, ya que las ganancias que obtiene si el sistema prospera son más elevadas.
Más allá de estas disquisiciones teóricas, hay un hecho que resulta decisivo: los índices de precios al consumo parecen responder de manera razonable a las necesidades de la sociedad y la economía, ya que los mercados y las sociedades de las economías desarrolladas aceptan los datos publicados. Los ahorradores, prestadores, prestatarios, trabajadores, empresarios, pensionistas, gobiernos... utilizan los índices para las negociaciones sobre revalorizaciones de sueldos, pensiones, alquileres o el establecimiento de intereses ... y aún más determinante, el mercado de bonos indexados a la inflación avanza en las principales economías desarrolladas (Reino Unido, Suecia, EEUU, Francia...). Si los índices no fueran creíbles los inversores no los comprarían.
Debemos admitir sin embargo, que en una economía indexada este tema resulta clave y por lo tanto habría que promover la independencia de los organismos responsables de su publicación, la transparencia de sus datos y fuentes y la posibilidad de contrastarlos con índices calculados por otros organismos independientes. Si esto no fuera suficiente se podrían estudiar otras alternativas que permitieran al mercado decidir cuál le parece más fiable o que le asigne un riesgo.
En definitiva, utilizar índices supone una dificultad técnica objetiva y un riesgo que se puede minimizar pero que difícilmente se podrá erradicar completamente. La cuestión es pues la de siempre en economía: ¿Los beneficios superan los costes y riesgos? y sobre este punto en concreto, el mercado, de momento, ha respondido afirmativamente.