Uno de los principales problemas es que mientras la devaluación de la moneda mantiene intacta la relación entre salarios, alquileres, deudas y depósitos, la devaluación interna la modifica. En una devaluación interna, si los trabajadores disminuyen los salarios también lo harán, ceteris paribus, los costes de producción y los precios. Ahora bien, con los contratos actuales, los costes de capital no se reducirán en la misma proporción y por tanto, la caída de salarios será superior a la caída de precios y los trabajadores perderán poder adquisitivo. Además, si los trabajadores se encuentran endeudados, la deuda real aumentará, ya que el salario se habrá reducido mientras la deuda nominal permanecerá intacta. De manera similar, los contratos de alquiler se mantendrán en términos nominales y aumentarán en términos reales. Las empresas endeudadas también pueden tener más dificultades para devolver las deudas ya que disminuirán sus ingresos mientras la deuda se mantendrá invariable, a no ser que aumenten las exportaciones inmediatamente o el aumento de las contrataciones haga aumentar la demanda interna. En cambio, los ahorradores salen ganando con esta opción, ya que los precios bajan mientras los depósitos se mantienen en términos nominales y por tanto, ganan poder adquisitivo. Así pues, es una medida que perjudica fundamentalmente a trabajadores y empresas no exportadoras y que altera las relaciones económicas.
Otro de los problemas es que la medida tiene por objetivo aumentar la demanda y reducir el paro pero esto sólo se puede conseguir si aumentan las exportaciones y las contrataciones inmediatamente, ya que de entrada la reducción de salarios conlleva una caída del consumo interno. Aumentar las exportaciones requiere un cierto tiempo y en un contexto de falta de demanda puede ser que las contrataciones no aumenten porque la medida genera incertidumbre a corto plazo. Además, en un contexto de crisis, si los trabajadores se oponen a la reducción de salarios aumentará el paro y si la aceptan aumentará la morosidad de los endeudados (ya hemos visto que aumentaba la deuda real). Cualquiera de las dos opciones puede comportar pérdidas para los bancos, restricciones en el crédito y una disminución de la inversión. Otros problemas son la dificultad para implementar esta medida, ya que conlleva la revisión de numerosos contratos y que las diversas economías no la pueden aplicar todas a la vez ya que se entraría en una guerra de devaluaciones que las perjudicaría a todas.
Así pues, aunque en teoría la medida debería permitir disminuir el desempleo y aumentar la demanda externa y puede que lo consiga a largo plazo, a corto plazo y en un contexto de crisis (con una falta de demanda y de confianza) puede resultar perjudicial, ya que tiende a aumentar los riesgos y costes.
Si todos los contratos se encontraran indexados a la inflación, teóricamente resultaría igual de fácil devaluar la moneda que reducir los salarios. Cuando los trabajadores redujeran los salarios y los precios bajarían, los alquileres o las deudas también disminuirían, ya que se encontrarían indexados a los precios. De esta manera, los precios, los salarios y las deudas se reducirían en la misma proporción y por tanto a los trabajadores les resultaría indiferente reducir el salario. Los ahorradores verían reducido el valor de los depósitos pero mantendrían su poder adquisitivo en la moneda local. Como en la devaluación de la moneda, todos perderían poder adquisitivo respecto al exterior.
Sin embargo, la devaluación interna supone un problema para una economía indexada si conlleva deflación. Las monedas y los billetes tienen valor nominal y, por tanto, los ahorradores preferirán ahorrar teniendo el dinero en casa en lugar de tenerlo en el banco en unos depósitos indexados que pierden valor. Así, la devaluación interna resulta difícil de aplicar a menos que inventemos unos billetes que estén indexados (con las tecnologías de la información se podría llegar a hacer en el futuro) o que se haga por decreto y con alevosía. En la práctica, pues, la rigidez del valor nominal de monedas y billetes provoca que un aumento de la demanda sea normalmente la mejor opción para resolver las crisis económicas y tener unas bajas tasas de desempleo, aunque la medida genere inflación y Siempre que tengamos una economía indexada.