En este primer post sobre las relaciones políticas me centraré en un aspecto de las relaciones internacionales: el poder político de los acreedores. En el modelo económico actual, las economías acreedoras gozan de un poder político respecto a las deudoras que en una economía indexada verían mermado. Por ejemplo, una economía deudora, a diferencia de una acreedora, se puede encontrar en una situación de tener que aceptar imposiciones políticas o económicas externas. Chipre o Grecia se han visto forzadas a hacer lo que la UE les ha impuesto o numerosas economías emergentes han tenido que aceptar las condiciones del FMI durante las últimas décadas. De manera similar, una economía deudora puede verse obligada a malvender su patrimonio (derechos para explotar recursos naturales o ofrecer algún servicio, empresas pública...) para obtener financiación, permitiendo que los acreedores, que pueden aprovechar para comprar en condiciones ventajosas, aumenten su poder político. Igualmente, una economía deudora tiene una ligera desventaja a la hora de negociar con una acreedora. Por ejemplo, China es propietaria de numerosos títulos de deuda estadounidense. Cuando China negocia con EEUU puede amenazar con vender o no comprar más deuda estadounidense, lo que podría devaluar el dólar y suponer un aumento de los tipos de interés estadounidenses. Ambas economías saldrían perdiendo, lo que resta credibilidad a la amenaza, pero los estadounidenses pueden perder más en un escenario como éste, de modo que el acreedor tiene una ligera ventaja en las negociaciones. Así pues, con el modelo actual, disponer de un superávit en la balanza por cuenta corriente y una posición acreedora permite incrementar el poder político mientras que una posición deudora lo reduce.
Ahora bien, en una economía indexada, los gobiernos se pueden financiar con la impresión de dinero sin generar graves alteraciones ni en la economía productiva ni en los mercados financieros y, por tanto, reducen la necesidad de capitales financieros exteriores, evitándoles en la mayoría de casos la presión de tener que aceptar imposiciones externas o malvender su patrimonio. De manera similar, la amenaza de retirada de capitales no tiene ningún efecto sobre la economía deudora, ya que la posibilidad de imprimir dinero permite sustituir la posible fuga de capitales exteriores con capitales propios. La fuga provocaría una devaluación temporal de la moneda que perjudicaría fundamentalmente al acreedor, vía pérdida de valor de los activos y vía balanza por cuenta corriente y por lo tanto dejaría de ser una amenaza creíble en una negociación.
¿Esto quiere decir que los acreedores no tienen ningún poder? Los acreedores tienen el derecho, como ahorradores, a poder demandar una parte de la producción futura de la economía deudora y a adquirir los activos que la economía deudora les permita. También tienen el poder de financiar las ventas de sus propios productos si quieren tener un superávit por cuenta corriente, pero aquí se acaba su poder, ya que en una economía indexada, la economía "deudora" no necesita los capitales financieros exteriores para financiar sus operaciones internas.
En definitiva, lo relevante es que con un modelo de economía indexada, las economías reducirían significativamente las necesidades de capital financiero exterior, ya que quedarían prácticamente limitadas a las necesidades de financiación de las compras de productos extranjeros y esto supone una alteración de las relaciones de poder internacionales.