Aunque existen diversas causas, los principales motivos bancarios son: 1) que los accionistas de los bancos quieren maximizar la rentabilidad de sus inversiones y cuando el banco tiene pérdidas, este objetivo es normalmente más fácil de conseguir reduciendo la concesión de préstamos y 2) que los bancos quieren evitar problemas de liquidez.
Cualquier inversor con una opción de inversión más rentable que el coste de financiación querrá aumentar el apalancamiento financiero tanto como pueda para aumentar la rentabilidad del capital invertido (Return on equity o ROE), pero si el apalancamiento aumenta mucho terminará transfiriendo el riesgo de la inversión al prestador. Para evitar esto, el prestador o banco sólo le prestará un porcentaje de la inversión: un 80%, 60% o 50% ... en función del riesgo y la solvencia.
Los bancos negocian con dinero que obtienen mayoritariamente de los depositantes y por lo tanto se podrían apalancar casi al 100%. Si lo hicieran aumentaría la rentabilidad de los accionistas del banco pero también lo haría el riesgo de que los depositantes no recuperaran su dinero si los clientes del banco no devolvieran los créditos. Para evitar este comportamiento, las administraciones regulan a los bancos y los obligan a tener un porcentaje mínimo de capital sobre los préstamos concedidos (requisitos de capital). Así, si el banco pierde dinero, el dinero de los depositantes estará más seguro, ya que las pérdidas afectarán inicialmente a los accionistas del banco. De esta manera también se incentiva al banco a conceder préstamos a prestatarios solventes.
Aun así, los accionistas del banco tienen interés en que el capital sea el mínimo posible para poder maximizar la rentabilidad y por tanto los bancos tienden a tener un capital un poco por encima del requisito de capital exigido. Pero, ¿qué ocurre cuando el banco tiene pérdidas y se queda por debajo del mínimo exigido? Que se ve obligado a recuperarlo inmediatamente. Esto lo puede hacer de dos maneras: aumentando el capital o reduciendo la concesión de préstamos. El problema es que si tiene que hacer la ampliación de capital cuando tiene pérdidas, sus acciones valdrán poco y deberá emitir muchas acciones para lograr el capital, provocando una dilución del beneficio por acción bastante importante. Además si las pérdidas generan dudas sobre su solvencia también puede tener problemas de liquidez (retirada de depósitos, falta de financiación en el interbancario, no cobertura de las emisiones de deuda ...) y dificultades para cumplir con el requisito de liquidez. Así pues, para evitar reducir la rentabilidad de los accionistas y los potenciales problemas de liquidez, el banco suele preferir la reducción de la concesión de préstamos. Este comportamiento, que es racional individualmente, se vuelve pernicioso cuando afecta a todos los bancos al mismo tiempo, que es lo que suele ocurrir cuando se produce una crisis inmobiliaria, porque se reduce la concesión de crédito al sector privado y puede causar una crisis económica.
La reciente reforma de los acuerdos de Basilea (III), el principal marco de regulación bancaria internacional, tiene en cuenta estos problemas y refuerza las exigencias de capital y liquidez, así como también permite un margen temporal más alargado para recuperar una parte del capital mínimo exigido en caso de pérdidas.