La situación de Chipre es la siguiente: un PIB que se reduce alrededor del 3% anual, un paro creciente que ha pasado en 6 años del entorno del 4% al 15% de la población activa, un déficit público oficial del 5% del PIB , una deuda pública que crece a un ritmo del 15% del PIB anual y que a finales de 2012 se habría situado alrededor del 86% del PIB, un déficit por cuenta corriente en torno al 5% del PIB, una inflación en torno al 1,5% y un sistema bancario que necesita una recapitalización. La situación plantea dos problemas. El primero es que Chipre necesita financiación exterior y que si no corrige el rumbo no es creíble que pueda devolver la deuda. Si en los próximos dos años se repitiese el comportamiento del PIB y déficit público oficiales, la deuda pública pasaría a ser del 100% y si siguiera al ritmo de crecimiento de la deuda llegaría alrededor del 115% del PIB. Además habría que añadir el coste del rescate bancario y no hay que descartar que la situación se deteriorara aun más, tal como ha ocurrido en Grecia. Ante la perspectiva de una deuda en clara progresión y de una posición de debilidad, Chipre se ve obligado a solicitar un rescate. El segundo problema es: ¿Quién paga el rescate? Simplificándolo mucho, si lo hacen los acreedores de los bancos, lo acabarán pagando los inversores y contribuyentes europeos. Si lo hacen los depositantes, los chipriotas y los rusos. El Eurogrupo y el gobierno chipriota, en una pésima negociación, acordaron inicialmente que fueran los depositantes quienes pagaran, infravalorando las negativas repercusiones sobre la confianza en el sistema bancario y financiero europeos y la respuesta de la población chipriota o de Rusia. Menos mal que la situación se ha producido en un momento de optimismo en los mercados financieros. Más allá de las merecidas críticas a la gestión de la crisis, el rescate es sólo un parche que no soluciona el problema de fondo.
Si Chipre fuera una economía indexada (donde los contratos y productos financieros se encuentran indexados a la inflación) podría obtener gratuitamente recursos del Banco Central. Supongamos que el Banco central imprimiera dinero y entregara a Chipre una suma equivalente al 10% del PIB (una cifra superior a su déficit del 5%) para financiar el gasto. De entrada el gobierno no debería hacer recortes porque habría obtenido financiación para su déficit público y la medida no incrementaría la deuda pública porque habría obtenido los recursos gratuitamente. Si la banca no variara el volumen de concesión de préstamos, el gasto del 5% del PIB (equivalente al déficit público) no conllevaría un aumento de la inflación, porque no se habría introducido más dinero en la economía productiva, sólo habría variado la fuente de financiación del gasto. Si la banca concediera más préstamos, entonces generaría inflación pero también crecimiento económico.
Al gobierno chipriota todavía le quedaría un 5% del PIB del 10% que había obtenido para gastar o hacer transferencias y permitir que las familias aumentaran el consumo. Este gasto adicional iría una parte a inflación, una parte a importaciones y una parte a crecimiento económico. Teniendo en cuenta que hay paro involuntario cabe prever que la mayor parte iría a crecimiento, pero supongamos que queda repartido: un 2% a crecimiento, un 2% a inflación y un 1% en importaciones. De esta manera, el PIB crecería al menos un 2%, la inflación pasaría del 1,5% al 3,5% y el déficit por cuenta corriente del 5% al 5,7%.
Si el PIB creciera un mínimo del 2%, el paro podría disminuir y el gobierno aumentaría los ingresos fiscales sin aumentar los impuestos. Si el gobierno chipriota destinase el aumento de la recaudación fiscal gracias al crecimiento económico a la amortización de la deuda pública, ésta se reduciría del 86% hasta alrededor del 82/83% del PIB. Cabe recordar que tenemos la economía indexada y que por lo tanto el aumento de la inflación no perjudica a los inversores. De esta manera se resolvería el primer problema porque Chipre ya no tendría una deuda creciente, sino que tendría una economía que crece y que es capaz de devolver y reducir sus deudas. El segundo problema también se resolvería porque serían los chipriotas quienes pagarían con su trabajo (habría crecido el PIB y disminuido el paro) su propia deuda.