Los gobiernos tienen tres grandes maneras de financiar su gasto: recaudando impuestos, emitiendo deuda o imprimiendo dinero (no para dar liquidez al sistema bancario como hacen actualmente muchos bancos centrales sino entregándolo directamente a los gobiernos para que gasten). Son tres tipos de imposición diferentes: la recaudación y la impresión de dinero suponen una imposición sobre el presente (una detrayendo dinero de familias y empresas y la otra devaluando el valor del dinero) mientras que el endeudamiento supone la asunción de un impuesto futuro.
Teóricamente se pueden utilizar cualquiera de las tres fuentes, ya que cada una tiene sus ventajas e inconvenientes. Ahora bien, en una economía que funcionara adecuadamente y con pleno empleo, la recaudación y el endeudamiento serían suficientes. La recaudación de impuestos serviría para financiar el gasto corriente y el servicio de la deuda (intereses más amortizaciones) y el endeudamiento serviría para financiar nuevas inversiones. La tercera opción, la impresión de dinero, permitiría aumentar el gasto público generando inflación y, por lo tanto, reduciendo el poder adquisitivo de los consumidores. La inflación supondría entonces un impuesto similar a un incremento temporal del IVA. Como los gobiernos ya pueden obtener el IVA de manera continuada por la vía de la recaudación y sin la necesidad de sufrir inflación y como tenemos un sistema que es muy frágil respecto a los aumentos de la inflación, ya que provocan unos grandes desequilibrios macroeconómicos, esta opción es tabú en la mayoría de economías desarrolladas.
Ahora bien, ¿en una economía en crisis en la que hay una falta de demanda, continúan siendo la recaudación y el endeudamiento las mejores opciones?
Un aumento de la recaudación fiscal no resuelve el problema del aumento de demanda a corto plazo. Si el gobierno aumenta los impuestos, por ejemplo el IVA o la renta, podrá aumentar el gasto público pero lo hará a cambio de reducir el gasto privado. En definitiva, lo que ganamos por un lado o perdemos por el otro y, por tanto, es una medida ineficaz.
El aumento del gasto vía endeudamiento si que conllevaría un aumento de la demanda a corto plazo, pero a cambio de tener que asumir más impuestos en el futuro, cargando sobre las generaciones futuras los problemas actuales. Además conllevaría otros costes a corto plazo como unos tipos de interés más altos para empresas y familias (efecto crowding out) o una prima de riesgo sobre los intereses más elevada si se utiliza para financiar gasto corriente, generando una deuda insostenible.
La impresión de dinero permite aumentar la demanda a corto plazo, ya que supone un aumento del gasto y además, sin detraer de entrada la capacidad de consumo de los agentes privados ni aumentar el endeudamiento. Los detractores dirán que sólo conseguiremos que aumente la inflación, pero esta afirmación sólo es cierta cuando hay pleno empleo y/o impedimos la competencia y la creación de empresas. Cuando hay un paro elevado y facilitamos la competencia y la creación de empresas, el aumento de la demanda genera inflación pero también empleo. De hecho, cuanto más paro hay, más empleo y menos inflación genera. Por lo tanto, es la mejor opción, ya que es eficaz, permite aumentar la demanda a corto plazo, y hacerlo con el menor coste posible, ya que no todo el aumento de demanda supondrá inflación (es decir, impuesto).
Si es la mejor opción, ¿por qué no se utiliza? Existen varias razones pero fundamentalmente porque a medida que el paro vaya disminuyendo, la impresión de dinero cada vez generará más inflación y menos empleo. Cuando lleguemos a la plena ocupación sólo generará inflación. Ya hemos dicho que tenemos un sistema económico muy frágil respecto a la inflación y por tanto, podría ser que llegara un momento en el que los incrementos de la inflación generaran más problemas de los que resuelven. El miedo a que esto pueda ocurrir hace que esta opción sea considerada tabú y quede descartada de entrada. Ahora bien, los problemas macroeconómicos generados por la inflación se pueden minimizar con una economía indexada (en la que los principales contratos se encuentran indexados a la inflación). Así, en una economía indexada, la impresión de dinero, que teóricamente es la mejor opción en una situación de crisis de demanda, se podría utilizar hasta llegar a la plena ocupación.
Ejemplo
Supongamos que en una economía inmersa en una crisis de demanda, con altas tasas de desempleo, y donde se facilita la creación de empresas y se fomenta la competencia, hay un gobierno que quiere aumentar el gasto público en 10.000 millones €. Tiene tres opciones: aumentar la recaudación, endeudarse o imprimir dinero. Simplificándolo mucho, los resultados que obtendría para cada opción serían los siguientes:
Teóricamente se pueden utilizar cualquiera de las tres fuentes, ya que cada una tiene sus ventajas e inconvenientes. Ahora bien, en una economía que funcionara adecuadamente y con pleno empleo, la recaudación y el endeudamiento serían suficientes. La recaudación de impuestos serviría para financiar el gasto corriente y el servicio de la deuda (intereses más amortizaciones) y el endeudamiento serviría para financiar nuevas inversiones. La tercera opción, la impresión de dinero, permitiría aumentar el gasto público generando inflación y, por lo tanto, reduciendo el poder adquisitivo de los consumidores. La inflación supondría entonces un impuesto similar a un incremento temporal del IVA. Como los gobiernos ya pueden obtener el IVA de manera continuada por la vía de la recaudación y sin la necesidad de sufrir inflación y como tenemos un sistema que es muy frágil respecto a los aumentos de la inflación, ya que provocan unos grandes desequilibrios macroeconómicos, esta opción es tabú en la mayoría de economías desarrolladas.
Ahora bien, ¿en una economía en crisis en la que hay una falta de demanda, continúan siendo la recaudación y el endeudamiento las mejores opciones?
Un aumento de la recaudación fiscal no resuelve el problema del aumento de demanda a corto plazo. Si el gobierno aumenta los impuestos, por ejemplo el IVA o la renta, podrá aumentar el gasto público pero lo hará a cambio de reducir el gasto privado. En definitiva, lo que ganamos por un lado o perdemos por el otro y, por tanto, es una medida ineficaz.
El aumento del gasto vía endeudamiento si que conllevaría un aumento de la demanda a corto plazo, pero a cambio de tener que asumir más impuestos en el futuro, cargando sobre las generaciones futuras los problemas actuales. Además conllevaría otros costes a corto plazo como unos tipos de interés más altos para empresas y familias (efecto crowding out) o una prima de riesgo sobre los intereses más elevada si se utiliza para financiar gasto corriente, generando una deuda insostenible.
La impresión de dinero permite aumentar la demanda a corto plazo, ya que supone un aumento del gasto y además, sin detraer de entrada la capacidad de consumo de los agentes privados ni aumentar el endeudamiento. Los detractores dirán que sólo conseguiremos que aumente la inflación, pero esta afirmación sólo es cierta cuando hay pleno empleo y/o impedimos la competencia y la creación de empresas. Cuando hay un paro elevado y facilitamos la competencia y la creación de empresas, el aumento de la demanda genera inflación pero también empleo. De hecho, cuanto más paro hay, más empleo y menos inflación genera. Por lo tanto, es la mejor opción, ya que es eficaz, permite aumentar la demanda a corto plazo, y hacerlo con el menor coste posible, ya que no todo el aumento de demanda supondrá inflación (es decir, impuesto).
Si es la mejor opción, ¿por qué no se utiliza? Existen varias razones pero fundamentalmente porque a medida que el paro vaya disminuyendo, la impresión de dinero cada vez generará más inflación y menos empleo. Cuando lleguemos a la plena ocupación sólo generará inflación. Ya hemos dicho que tenemos un sistema económico muy frágil respecto a la inflación y por tanto, podría ser que llegara un momento en el que los incrementos de la inflación generaran más problemas de los que resuelven. El miedo a que esto pueda ocurrir hace que esta opción sea considerada tabú y quede descartada de entrada. Ahora bien, los problemas macroeconómicos generados por la inflación se pueden minimizar con una economía indexada (en la que los principales contratos se encuentran indexados a la inflación). Así, en una economía indexada, la impresión de dinero, que teóricamente es la mejor opción en una situación de crisis de demanda, se podría utilizar hasta llegar a la plena ocupación.
Ejemplo
Supongamos que en una economía inmersa en una crisis de demanda, con altas tasas de desempleo, y donde se facilita la creación de empresas y se fomenta la competencia, hay un gobierno que quiere aumentar el gasto público en 10.000 millones €. Tiene tres opciones: aumentar la recaudación, endeudarse o imprimir dinero. Simplificándolo mucho, los resultados que obtendría para cada opción serían los siguientes:
1) El aumento de la recaudación de impuestos permite que el gobierno aumente el gasto público en 10.000 (1ª columna), aumentando los impuestos actuales (2ª columna) en 10.000. La medida no tiene ningún beneficio social (4ª columna) (10.000 -10.000 = 0) ni temporal, ya que todo el aumento del gasto público conlleva una reducción del gasto privado actual.
2) El endeudamiento permite que el gobierno aumente el gasto público en 10.000 (1ª columna), aumentando los impuestos futuros (3ª columna) en 10.000. La medida no tiene ningún beneficio social (4ª columna) (10.000 -10.000 = 0) ya que los beneficios del aumento de la demanda presente se hacen a expensas de la demanda futura. Ayuda a resolver el problema actual, cargándolo sobre los hombros de las generaciones futuras.
3) La impresión de dinero permite que el gobierno aumente el gasto público en 10.000 (1ª columna), con un impuesto presente de 2.000 (2ª columna) y sin coste futuro (3ª columna). Esta medida si que tiene un beneficio social de 8.000 (4ª columna), (10.000-2.000 = 8.000). El impuesto sobre los agentes privados (2.000) proviene del aumento de la inflación, que merma su poder adquisitivo. Gracias a que en una economía con desempleo y en la que se facilita la creación de empresas y la competencia, el aumento de la demanda genera empleo e inflación, no todo el aumento del gasto será inflación (es decir, impuesto). Así, por ejemplo, si al año siguiente el paro se hubiera reducido y el gobierno volviera a gastar imprimiendo 10.000, el "impuesto" se incrementaría, por ejemplo a 4.000, ya que la medida provocaría una reducción menor del paro y una inflación más elevada. El aumento de la inflación (el impuesto) sería de 10.000 cuando se llegara al pleno empleo.
Así pues, la impresión de dinero es la mejor opción en una economía con desempleo y en la que se facilite la creación de empresas y se fomente la competencia .