La semana pasada contábamos que Alan Greenspan intentó eludir cualquier responsabilidad sobre la crisis inmobiliaria indicando que el ahorro exterior había hecho bajar los tipos de interés a largo plazo, que él no controlaba, y que éstos habían sido la principal causa del aumento de los precios de la vivienda. Su argumento se basa en que un aumento del déficit en la balanza por cuenta corriente conlleva un aumento de la entrada de capitales del exterior que o bien hacen bajar los tipos de interés y aumentar las inversiones o bien hacen disminuir el ahorro interno y aumentar el consumo. En el caso de los EE.UU. sucedieron ambos fenómenos: una reducción tanto de los tipos de interés como del ahorro interno.
Así, en una economía que funcionara idealmente, el aumento de las importaciones y el déficit por cuenta corriente quedaría compensado por un aumento de la inversión y/o el consumo. Siguiendo con este razonamiento, un aumento de las exportaciones y del superávit por cuenta corriente conllevaría una disminución de la inversión y/o el consumo y, por tanto, apostar por las exportaciones no debería suponer ningún beneficio para el empleo o la producción.
Aun así, la apuesta por las exportaciones tiene dos problemas:
Primero, que no soluciona el problema de la falta de concesión de crédito a los agentes económicos, que es el problema principal, aunque una balanza comercial equilibrada puede aliviar la dificultad y
Segundo, que esta opción se puede implementar cuando las economías que tienen problemas son pocas o relativamente poco importantes pero cuando la crisis afecta a un gran número de ellas resulta inviable, ya que no todas pueden tener superávit por cuenta corriente al mismo tiempo.
En definitiva, la apuesta por las exportaciones es la confirmación de la incapacidad de los gobiernos para lograr que el canal de financiación funcione correctamente. Exigir solvencia a la banca y facilitarle liquidez es necesario pero ya se ha visto que es insuficiente. Para que el canal de financiación funcione correctamente es necesario que tanto el sistema bancario como los agentes económicos sean solventes y dispongan de liquidez.