¿Por qué no funciona?
No funciona porque aunque los bancos dispongan de una gran liquidez, ésta no llega suficientemente a los Agentes económicos (familias, empresas y gobiernos) para que puedan consumir e invertir. Paradójicamente, su ineficacia ha permitido que haya sobrevivido durante tanto tiempo ya que ha evitado que se produjera un aumento de la inflación, tal como temían algunos, y como habría pasado si el dinero hubiesre llegado a la economía productiva. Para que esto suceda es necesario que tanto los bancos como los Agentes dispongan de liquidez y solvencia pero la medida no se ocupa de esta última cuestión que es la que realmente falla en estos momentos.
¿Qué riesgos conlleva?
- Alimenta la creación de burbujas en los mercados e incrementa su volatilidad. Si aumenta la liquidez pero el dinero no fluyen hacia la economía productiva, entonces se irán acumulando en la economía financiera, en los mercados de activos reales y financieros. Vemos como actualmente en EEUU los precios de los bonos y de las acciones se encuentran en máximos. La decisión del Banco de Japón de adoptar esta medida ha hecho crecer cerca de un 50% la bolsa japonesa en seis meses y ha provocado momentáneamente aumentos en el dólar y bajadas en el precio del petróleo y del oro. Esta volatilidad de los mercados puede aumentar y hacer que se produzcan movimientos bruscos tanto al alza como a la baja.
- Incentiva una guerra de divisas. Las críticas iniciales a la decisión japonesa sobre la manipulación de la divisa llevaron a un consenso para que se pudiera aumentar la impresión de dinero siempre que se usara para comprar deuda de la propia economía pero no para comprar otras divisas. Aun así, resulta obvio que la medida termina comportando un descenso de la divisa de la economía que imprime. Esto les permite mejorar a corto plazo su balanza por cuenta corriente y el PIB en detrimento de otras economías, que pueden acabar teniendo tentaciones de implementar políticas monetarias similares e iniciar una guerra de divisas.
- Una difícil gestión del fin de la medida. Si finalmente la economía se recupera, tanto los tipos de interés reales como la inflación aumentarán y, por tanto, los bancos centrales se verán obligados a aumentar los tipos de interés y reducir la liquidez. Este hecho puede comportar grandes pérdidas para los mercados financieros y la banca y suponer un freno a la recuperación económica. Simultáneamente, el déficit público se puede ir incrementando, debido a los tipos más elevados, y obligar a los gobiernos a incrementar impuestos o reducir gasto. De esta manera podríamos entrar en una economía de Sísifo , en la que cada vez que se estuviera a punto de iniciar la recuperación económica, ésta quedara abortada por las pérdidas en el sector financiero y bancario y la reacción de los gobiernos. En una economía así, los tipos de interés reales para los agentes privados aumentarían y por tanto supondrían un detrimento del crecimiento económico a largo plazo. Esta opción es sólo un riesgo, no tiene porque suceder, pero no hay experiencia previa sobre las consecuencias de esta política económica. B. Bernanke y otros gobernadores centrales confían en que serán capaces de gestionarla pero lo cierto es que no lo saben.